viernes, 19 de septiembre de 2014

OPORTUNIDAD


La vida familiar es la primera escuela de aprendizaje emocional. Desde la cuna...
Además, este aprendizaje opera no sólo a través de lo que los padres dicen (y hacen) directamente a sus hijos, sino que ellos mismos en su forma de comportarse entre sí, son un modelo a seguir en el manejo de sentimientos. 
Los niños son muy permeables y sensibles, y captan todo lo que acontece a su alrededor  como un radar en constante búsqueda de objetivo. 
Los resultados de numerosos estudios y experimentos son incuestionables: existe una relación directa entre la madurez emocional de los padres y la actitud de los hijos ante las dificultades en la vida.
Evidentemente, para que los padres puedan ser catalizadores de un óptimo desarrollo emocional de sus hijos, primero han de ocuparse de este desarrollo en ellos mismos.
Los hijos de padres emocionalmente diestros se relacionan mejor, experimentan menos tensiones en la relación con sus padres y se muestran más afectivos con ellos. Canalizan mejor sus emociones, saben calmarse mejor y sufren menos altibajos emocionales que los demás. Biológicamente están más relajados (presentan en sangre una menor tasa de hormonas relacionadas con el estrés) y además son más valorados y queridos en su entorno social y académico.
Así pues las ventajas de contar con unos padres emocionalmente desarrollados, va más allá del espectro de lo puramente emocional.








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