jueves, 22 de agosto de 2013

Y AHORA...



"No te entretengas en tonterías, que las hay. Haz lo que te haga feliz que el tiempo corre muy deprisa. Lo único que no te gustará realmente de la vida es que te parecerá demasiado corta."

La felicidad es una manera de viajar, no es un destino al que llegar. La vida nos regalará infinitas experiencias para que nos demos cuenta de que no tenemos que llegar a ser felices, sino que ser felices siendo nosotros es la clave para sentirse bien.

Actuar en sintonía con aquello que sientes, por desagradable que pueda aparentar ser en ciertos momentos, lograr el equilibrio dentro de la tormenta, hacer del esquivo de las flechas que te puedan ser lanzadas un baile armonioso es el arte de aprender a vivir feliz contigo, es el arte de de ser feliz.

Y cuando de ancianos miremos a nuestras pasadas etapas, podamos decir:
" Viajo y he viajado siendo feliz. Crecí buscando la felicidad, y maduré al darme cuenta que viajaba conmigo."



lunes, 5 de agosto de 2013

LA MAGIA DE LAS EMOCIONES

"Investigaciones recientes señalan de forma paradójica que mientras que cada generación de niños parece volverse más inteligente, sus capacidades emocionales parecen estar disminuyendo vertiginosamente". 
Es la tercera o cuarta vez que leyendo, leyendo... leo esta conclusión. Y cuando algo aparece una vez en tu vida (una única vez) quizás, no le das demasiada importancia, cuando aparece dos, ya te parece casualidad (en la cual no creo) pero cuando ya asoma tres o más de tres... algo quiere decir.
Así que reflexioné (brevemente) sobre el tema. La educación se ha centrado (y aún lo sigue haciendo) en aspectos cognitivos. Es importante para muchos padres que sus hijos destaquen por buenas notas académicas, que sean auténticos "cerebritos".
Se le resta importancia a las pocas asignaturas que fomentan la creatividad, ya sea el área musical o el área plástica. También es importante para muchos padres que sus hijos sean ciegamente obedientes, en ocasiones mejor que ni pregunten... y en caso de que lo hagan con un "porque lo digo yo" aún hoy y aunque parezca imposible de creer, se zanjan muchas inquietudes planteadas por nuestros pequeños.
Sin embargo, las emociones, esa parte tan poco valorada y opacada por el brillo de la razón, tiene un peso específico trascendental en la fórmula de la vida. ¿Recuerdas haberte quedado en blanco en algún examen? ¿Recuerdas haber querido trasmitir una cosa cuando tus palabras lograron decir exactamente lo contrario?
Si no sabemos manejar nuestras emociones, éstas acabarán boicoteando nuestros procesos cognitivos y conductuales.  Y es que el desarrollo conductual, cognitivo y emocional constituye en conjunto los tres términos de la ecuación del éxito en la vida.
Genética y entorno son determinantes para dibujar la personalidad de los pequeños de nuestra sociedad. Sólo si les enseñamos a reconocer y comprender lo que sienten podrán escoger cómo pensar, cómo sentir y como actuar. Si bien no somos completamente dueños de qué sentimos, sí podemos escoger cómo "traducimos" lo que sentimos, y hacerlo de la forma más inteligente y satisfactoria para nosotros. Reconocer, canalizar y manejar los propios sentimientos implica autoconocimiento, automotivación y autocontrol, siendo la primera parte, el primer término, el autoconocimiento, el que actúa como columna vertabral del resto.

Un niño que no sabe interpretar la comunicación no verbal de quienes le rodean, tendrá dificultades en sus relaciones sociales. Tan importante es saber qué sentimos cómo darnos cuenta de qué sienten los demás.
Sólo si el niño sabe ponerle nombre a lo que siente, y sabe expresarlo sin ser reprimido ni juzgado podrá empezar a controlar aquello que siente, entendiendo control no cómo término represivo sino como término de una correcta y satisfactoria gestión.
Muchas rabietas, enfados y comportamientos "irracionales"  en realidad encubren conflictos emocionales.
Es importante introducir a los niños un vocabulario emocional junto con la adecuada atención al lenguaje no verbal de nuestro cuerpo, de modo que aprendan a realizar una lectura completa de su realidad.
Que sepan identificar los detonantes de sus emociones permitirá que en situaciones futuras sepan como funciona su "manual de instrucciones" y puedan aplicar los cambios necesarios en su favor.
De no ser así, la posibilidad de convertirse en personas que dependan de su entorno para definir su estado de ánimo cobraría cada vez más fuerza.
La educación es la llave para el cambio para construir nuevos modelos que configurarán, por defecto, un nuevo modelo de sociedad.

Así pues, aprendamos para enseñar. Por ellos, por nosotros y por nuestra responsabilidad. 


jueves, 1 de agosto de 2013

PRODUCTIVIDAD Y COMPETITIVIDAD

Es común dados los tiempos que corren, oir que sean las condiciones que sean las que te oferten ... acepta el trabajo. Y cada vez es más común encontrar con personas que trabajan bajo un ambiente que valoran como desagradable, que se sienten asfixiadas, presionadas, exprimidas.... en definitiva, su calidad de vida merma con "la fortuna del trabajo".
Y me pregunto yo, ¿qué precio debemos pagar por un trabajo?
El trabajo afecta a la salud, esto es indiscutible, y ya la OMS integra estudios al respecto en sus informes.
Mente y cuerpo son uno, y lo que a uno le afecta, el otro lo siente.Cada vez encontramos más personas que manifiestan la alegría y fortuna de estar trabajando con conductas ansiosas, irritables, mal dormir, sentimiento de enfado continuo...  pero claro, en general la sensación social que se percibe (y no digo que no sea con razón) es que "Cállate que al menos trabajas" de tal modo que el trabajador queda (auto)relegado  al silencio.  Al silencio, sí, y al desapego en la empresa, al sentimiento de "hago solo lo justo que para eso me pagan y no para más" y poco a poco, trabajar se convierte en un suplicio, en una tarea desmotivante, traducida en una disminución de sentimiento de pertenencia,  productividad, un aumento de la probabilidad de tener accidentes laborales (porque la falta de implicación supone como efecto la distracción) y al final el trabajador acaba cumpliendo la profecía y encasillado en un rol muchas veces típico que enuncia que el trabajador hace lo mínimo por implicarse en la empresa.

Y aquí entra en juego el rol de liderazgo del gerente o de quién esté directamente al cargo y en contacto con los trabajadores.
El manejo de los estresores laborales, una equilibrada relación esfuerzo-recompensa, un sentimiento de inclusión, de pertenencia (cultura laboral incluyente), entre otros factores, fomentan que el trabajador se sienta estimulado en su trabajo diario, se sienta implicado, valorado y capaz de desarrollar su trabajo eficazmente, pudiendo leer como efectos un aumento de la productividad y del bienestar del trabajador.
 Y esto indiscutiblemente, favorece a la empresa.  La salud mental de los trabajadores influye proporcionalmente en la productividad-competitividad de la empresa.
Yo como gerente, ¿qué prefiero? ¿Trabajadores entusiastas, motivados, creadores...? ¿O apáticos, enfurruñados y desmotivados...?
Da igual que la empresa tenga como eje principal actividades basadas en fuerza o basadas en creatividad, da igual si se trata de poner cafés y tostadas o desarrollar  programas informáticos.
Un trabajador comprometido es más productivo que un trabajador apático y entristecido.

¿Opinamos igual?