martes, 29 de abril de 2014

Un paseo por las nubes

La vida, con su brisa, me empuja suavemente hacia un sendero inexplorado. Ante la duda.... una respiración profunda, y sigo adelante. 
Bajo esa sensación de ..." ¿a dónde voy?" acabo llegando a las nubes. Como cuando bajas de un viaje y llegas a tu destino, mis pies tocan la primera nube. Sólida, firme, segura. Me dejo llevar....dejo que la brisa me lleve allá donde quiera que sea. Consciente de que los vientos adquirirán fuerza, consciente de que existe la posibilidad de caer de las nubes, sigo saltando de una a otra. 
Hasta que piso una y...  resbalo.
Quizá mi compromiso con la vida de sentir cada sentimiento y cada emoción como un maestro,
hizo posible que mi resbalón no fuera más que un resbalón, quizá por ello el vacío me recogió y me llevó de nuevo a esas nubes, 
más consciente si cabe del lugar que pisaba.

En ocasiones creemos estar preparad@s para cualquier cosa,
y creo que realmente lo estamos,
el ser humano tiene el límite que él mismo se ponga,
y siempre podemos sobre llevar aquello que la vida nos sirva en bandeja.
He aprendido a pasear por las nubes,
y he aprendido mucho de mi durante mi paseo por las mismas.
Resbalar, remontar y crecer identificando aquello que has sentido, profundizando en cada onda que el sentimiento dibujó en mi ser... comencé a perfilar con mayor precisión mi propia imagen. No se trató de un rediseño, sino de ampliar la precisión del mismo.

La vida nos hace regalos, regalos que no siempre vemos y regalos que no siempre podemos disfrutar en su total magnitud. 
La vida en sí misma es un regalo. Y como tal, nuestra mayor muestra de gratitud por ser receptores del mismo, es vivirlo elevándolo al máximo exponente.
A lo largo de nuestro caminar, viviremos todo tipo de experiencias. Ser conscientes de cada una de ellas, compartirlas conscientemente con quién nos acompaña  en el recorrido es una decisión enfocada hacia la evolución plena.
Compartir con quién consideras que quieres compartir la gama de sabores que la vida te permite saborear puede ser un auténtico paseo por las nubes, en el que hasta un resbalón tiene su sabor agridulce, un conjunto de sabores que te devuelve al aquí y ahora.
Una explosión de sabores nuevos, que sin dejarse mecer por la brisa de la vida, jamás habría sido posible saborear.






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