lunes, 16 de junio de 2014

Naranjas, limones y otros cítricos de interés.(I)


Últimamente estoy teniendo la invitación a reflexionar sobre las naranjas, las medias y las enteras. O lo que es lo mismo, sobre las relaciones de pareja. 

Creo en la relación de pareja. Creo en un caminar acompañado. Creo en un desarrollo maravilloso acompañado de aquel ser que te comprende, te respeta, te ama, te suma y aporta, te motiva a expandir tu conciencia y extender tus alas en toda su amplitud. Creo en una relación de pareja que permite un impulso de toma de conciencia del momento presente y de la proyección deseada y posible. Creo que el caminar en pareja permite abrir una puerta hacia una conciencia más plena que la individualidad no permite. 

¿Para qué?

El caminar acompañado (que no encadenado ni lastrado, sino acompañado, impulsado si quieres) permite vivir situaciones que nos harán madurar, que serán una oportunidad muy diferente a la que podemos tener con respecto a las relaciones amistosas o familiares.

Se trata de relaciones que tienen una relación, una implicación muy directa con nuestro desarrollo vital. Con nuestras experiencias vitales. Adaptarse a retos, a diferencias, a “problemas”.... a unas extensas variables que sin duda (y probablemente, que no necesariamente, con una pequeña dosis de “sufrimiento”) aporten una grado extra de madurez.
En el afrontamiento de estas dificultades es donde salen, donde emergen los patrones mentales inconscientes, aquellos que construimos muchas veces (¿o siempre?) a partir de experiencias vinculares relacionales. Quiero decir, construimos automatismos mentales inconscientes que reproducimos sin querer y muchas veces sin verlo (salvo que nuestro acompañante nos ayude) en base a experiencias en otras relaciones anteriores. Relaciones que no tienen porqué ser sentimentales únicamente, pueden ser también profesionales, sociales o familiares. Pero hay cosas que solo se ven “de puertas para adentro” y que solo la persona que nos acompaña en nuestro caminar las ve, precisamente por eso, porque nos acompaña.

De este modo, la pareja supone una oportunidad de cambiar nuestra forma de afrontar las experiencias presentes, cambiando patrones que hemos adquirido en relaciones pasadas.


Creo en la pareja (entre otras cosas) como una maravillosa oportunidad de crecer, partiendo de, eso sí, un conocimiento  individual  máximo, cuando hay una aceptación y un re-encuentro con la propia alma, entonces es cuando surge la magia en una relación de dos.

Una relación de crecimiento e impulso evolutivo desde “dos naranjas enteras”. Yo creo, yo veo la pareja no como un fin, sino como un medio muy valioso para aumentar nuestro autoconocimiento y desarrollar/potenciar  nuestro crecimiento personal.


No creo que en estas parejas existan “momentos de oscuridad” porque nunca ellos los verán así, sino como esa fase de luna nueva, esa fase que es necesaria para dar paso a la luz, ese momento que necesitamos para traer a la conciencia esos patrones inconscientes y que gracias a esos momentos de “ausencia de luz consciente” se hace posible  un máximo crecimiento consciente.




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