lunes, 3 de febrero de 2014

Educación emocional y social ... ¿También para los adultos?

Cuando te sumerges en la Educación Emocional, y más concretamente en el Aprendizaje Social y Emocional (ASE), la mayor parte de los estudios realizados se enfocan hacia los niños, visión que comparto y con la que me comprometo,y que defiendo, pero opino que este es uno de los dos remos que nos permiten dirigir nuestro velero.
Los niños, desde luego heredarán el papel social que en la actualidad los adultos desempeñamos, pero sin duda opino que si pretendemos y si tanto hablamos de los niños y de lo que pretendemos que cambien...de cómo es en potencia un niño, de sus grandes capacidades... en definitiva, parece que vemos en ellos la posibilidad de que sean aquello que desean ser, sin embargo no invertimos (al menos así me parece a mí) en nosotros para que ellos vean dónde reflejarse.
Queremos niños con cultura de esfuerzo, ¿pero dónde está esa mayoría de adultos que se esfuerza y se focaliza en su sueño?
Queremos niños con resiliencia, ¿Y dónde están los adultos resilientes?
Queremos niños que resuelvan sus conflictos de forma creativa, crítica y positiva, sin embargo lo que ven es (la mayoría de las veces) justo lo contrario.
Paradógicamente mientras cada generación de niños es cada vez más inteligente intelectualmente hablando, sus capacidades sociales y emocionales parecen disminuir vertiginosamente. (L. E. Shapiro) Y comparto el punto de vista. No sin tristeza, pero lo comparto.

Afortunadamente hace unos años que la dimensión emocional gana terreno en el ámbito científico y social, y no sólo los niños han de estar preparados para su vida futura, sino también nosotros, como adultos en constante crecimiento (recordemos que nuestra plasticidad neuronal nos permite aprender constantemente) y que en la etapa adulta los cambios a nivel biológico, cognitivo y social siguen presentes. De los cambios que una persona adulta pueda experimentar, los emocionales son los menos visibles. Especialmente en esta etapa en la que se supone "estamos experimentados". Sin embargo... no es tan rotunda esta afirmación. Primero porque  ¿Qué adulto (hoy adulto) recibió en su infancia algunas nociones de educación emocional?
Sin embargo damos por sentado que la experiencia es suficiente como para resolver los retos que la vida adulta nos plantee....
Desde luego que la importancia de la educación emocional en la infancia y adolescencia es vital, pero también es de suma importancia que los padres de estos niños/adolescentes sepan usar estrategias de regulación emocional, resolver satisfactoriamente los conflictos e incluso modelar sus competencias sociales y emocionales adquiridas. Y  ya no sólo  los padres, sino  todo adulto.
Los adultos de hoy pueden tener desarrolladas habilidades socio-emocionales, pero ¿Por qué quedarse en saber hasta donde se sabe si se puede saber más? ¿Por qué no cambiar si ello me genera beneficios? Quizá porque muchos de los adultos de hoy no saben cómo llegar desde dónde están a donde quieren estar....¿Por qué no aprender a hacerlo? ¿Por que es un adulto? ¿¡¡¡ El adulto no aprende!!!?
La inteligencia emocional no sólo está compuesta por competencias de carácter sino por habilidades que se entrenan a lo largo de nuestro ciclo vital. En este sentido, una educación emocional en continuo desarrollo propicia una mejora de calidad de vida, además de ser un protector ante desajustes psicológicos.

La educación emocional plantea una relación bidireccional entre emoción y cognición, de tal modo que el desarrollo emocional es complemento del desarrollo cognitivo, de tal modo que si potenciamos el desarrollo emocional, potenciaremos el cognitivo.

Sembremos futuro regando con agua cristalina.


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