jueves, 1 de agosto de 2013

PRODUCTIVIDAD Y COMPETITIVIDAD

Es común dados los tiempos que corren, oir que sean las condiciones que sean las que te oferten ... acepta el trabajo. Y cada vez es más común encontrar con personas que trabajan bajo un ambiente que valoran como desagradable, que se sienten asfixiadas, presionadas, exprimidas.... en definitiva, su calidad de vida merma con "la fortuna del trabajo".
Y me pregunto yo, ¿qué precio debemos pagar por un trabajo?
El trabajo afecta a la salud, esto es indiscutible, y ya la OMS integra estudios al respecto en sus informes.
Mente y cuerpo son uno, y lo que a uno le afecta, el otro lo siente.Cada vez encontramos más personas que manifiestan la alegría y fortuna de estar trabajando con conductas ansiosas, irritables, mal dormir, sentimiento de enfado continuo...  pero claro, en general la sensación social que se percibe (y no digo que no sea con razón) es que "Cállate que al menos trabajas" de tal modo que el trabajador queda (auto)relegado  al silencio.  Al silencio, sí, y al desapego en la empresa, al sentimiento de "hago solo lo justo que para eso me pagan y no para más" y poco a poco, trabajar se convierte en un suplicio, en una tarea desmotivante, traducida en una disminución de sentimiento de pertenencia,  productividad, un aumento de la probabilidad de tener accidentes laborales (porque la falta de implicación supone como efecto la distracción) y al final el trabajador acaba cumpliendo la profecía y encasillado en un rol muchas veces típico que enuncia que el trabajador hace lo mínimo por implicarse en la empresa.

Y aquí entra en juego el rol de liderazgo del gerente o de quién esté directamente al cargo y en contacto con los trabajadores.
El manejo de los estresores laborales, una equilibrada relación esfuerzo-recompensa, un sentimiento de inclusión, de pertenencia (cultura laboral incluyente), entre otros factores, fomentan que el trabajador se sienta estimulado en su trabajo diario, se sienta implicado, valorado y capaz de desarrollar su trabajo eficazmente, pudiendo leer como efectos un aumento de la productividad y del bienestar del trabajador.
 Y esto indiscutiblemente, favorece a la empresa.  La salud mental de los trabajadores influye proporcionalmente en la productividad-competitividad de la empresa.
Yo como gerente, ¿qué prefiero? ¿Trabajadores entusiastas, motivados, creadores...? ¿O apáticos, enfurruñados y desmotivados...?
Da igual que la empresa tenga como eje principal actividades basadas en fuerza o basadas en creatividad, da igual si se trata de poner cafés y tostadas o desarrollar  programas informáticos.
Un trabajador comprometido es más productivo que un trabajador apático y entristecido.

¿Opinamos igual?

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