Ayer, 30 de diciembre de 2012, tuve la oportunidad de aceptar hacer algo que para mí era un reto, pero que al llevarlo a cabo, se convirtió en un auténtico desafío. Los que me conocéis sabéis que nado y que el medio acuático para mí es mi segundo hogar. Me siento cómoda en el agua. Ayer me ví enfundada en mi traje de neopreno, a las 09 de la mañana en la orilla de la playa, esperando a un montón más de compañeros para hacernos "ná, unos pocos metros" nadando por mar para despedir las travesías por mar del 2012. El hecho de tocar el agua en diciembre para mí era todo un reto, porque .... quién me conoce...sabe lo friolera que soy. Mucho es poco.
Así pues... entré al agua.Con gran esfuerzo, pero entré. Omitiendo todo lo que pude sentir, que no es poco, os diré que cuando llevaba nadando un buen rato, pero un buen rato, empezaron a surgir sensaciones ... sensaciones de esas que hasta te asustan. Mi mente empezó a jugar conmigo,porque además de tener los labios dormidos por el frío y no poder hablar bien, uno de mis pies... hacía ya un buen rato que ni lo sentía. Sabía que mi patada estaba ahí propulsándome, pero... no podía sentir su intensidad. Tenía demasiado frío como para sentir el chapoteo del pie en el agua. Así pues, bajo estas circunstancias, miraba a los demás, que no aparentaban tener tanto frío como yo. "Se me pasará", pensé. (Ingenua)
Continuaba mi nado y continuaba sin sentirme el pie, y ya jugaba por ese entonces mi mente conmigo. Me ponía trampas e invitaba amablemente a mil pensamientos a acudir hasta mi consciente, todo para que saliera del agua. Al principio simplemente los ignoraba. Pensaba en mi historial, en mi recorrido deportivo. Llevo desde los 5 años teniendo el deporte como parte de mi, exceptuando un periodo de recuperación de 8 años, hasta la fecha el deporte y yo hemos vivido juntos infinitas experiencias. Y para mí, es simplemente, parte de mí.
Así pues, empecé a recordar experiencias que me ayudaran a no pensar en aquello que no sentía (mi pie). En vano. Duro unos metros, no sabría decir cuantos. Mi mente empezaba a ganar de nuevo terreno.Opción B, vamos a centrarnos en el movimiento técnico del nado. ¡Uf! Peor. Os lo aseguro porque me daba cuenta de que había veces que tampoco sentía los brazos al moverse dentro del agua y fuí consciente (o mi mente así quiso que yo lo viera) que me movía por la inercia adquirida del movimiento aprendido. Buscaba puntos clave de la técnica, todo para evitar pensar en ese pie que no sentía y el frío que me invadía. Porque os aseguro que me invadía. Pies, manos y cara en contacto con el agua de mar en diciembre, a las 10 de la mañana... ni yo misma creía que pudiera estar ahí. Y mi mente me dijo:
Bueno, si ya es todo un reto alcanzado que estés aquí y hayas permanecido el tiempo que has estado. ¿Para qué más? Salte ya del agua. Total, no tienes que demostrar nada a nadie, y esto no es más que una quedada amistosa para despedir nadando por mar el 2012. Va, salte ya y entra en calor.
Tentador ¿eh? Sumamente tentador. Además... además de cierto. Porque visto así, cierto es. No obstante, me resistía a salir. Me daba igual que hubiera salido alguien o no. Eso no me importaba. Me importaba mi actitud frente a aquello que se estaba convirtiendo en un desafío: llegar hasta el final. Y entonces, cuando me di cuenta de que mi mente se empeñaba en ganar... emergí.
Fui consciente de algo, y que realmente DESEABA acabar. Para mí era importante llegar nadando hasta el final. Y si fuera la última, me daba igual. Pero mi meta era llegar nadando.
Cuando en un principio superé el frío de los primeros metros y cuando pude decir "creo que lo puedo soportar", me propuse a mí misma acabar.
Y el momento cúspide, el momento en que realmente supe que deseaba acabar fue cuando rocé el abandono. Llegó un punto que realmente me asustó la sensación de frío, y enfoqué el nado hacia la orilla, casi dispuesta a salir. Cuando pude hacer pie y tocar la arena, mi pie derecho sentía perfectamente la arena, no así el izquierdo. Pero pronto, en pocos pasos y con unas patadas a la arena, pude sentirlo. Entonces miré mar adentro. Ahí estaban mis compañeros, nadando.
Sentí mi corazón apretado. Y reaccioné. Ajusté mis gafas, di dos patadas más a la arena para sentir de nuevo mi pie.... y me zambullí con fuerza buscando un nado lo más potente que el frío me permitiese nadar. Seguía teniendo frío. Claro. Igual o más. Pero me di cuenta de algo, y es que no había ápice de cansancio en mí, por tanto, podía pedirle a mi cuerpo un esfuerzo. Y ahí fue cuando me enfrenté a mi propio desafío: había saboreado por unos segundos lo que pudiera haber sido salir del agua y sentir de nuevo mi cuerpo y nadie,salvo yo, me obligaba a permanecer en el agua.
¿Abandonar? No se abandona, te dejas la piel en el esfuerzo. No lo intentas, lo haces o no lo haces, y el no hacerlo no era opción para mí. ¿Me puse un reto? Pues quería cumplirlo. No tenía que cumplirlo, sino que QUERIA cumplirlo. Es muy distinto tener que hacer algo y desear hacer algo.
Busqué aquello que enseñan los grandes. El placer de superarte. El esfuerzo por superar aquello que es tu limite. Demostrarte que la mente es tan inteligente que puede creer superarte, pero si tu ser más profundo tiene claro que desea algo.... nada ni nadie podrá impedir que lo logres.
Pensé en los grandes deportistas,pensé en su historia, en sus dificultades, en su espíritu de superación. Ellos nos enseñan una filosofia que podemos y creo que debemos aplicar en cada una de nuestras experiencias diarias. Aceptar el desafío y superarnos.
Es fácil decir "lo intenté pero... es que no pude". Sí, claro, es fácil. Pero esa no es la actitud. La actitud es luchar contra la adversidad, mantener un pulso intenso a veces, agotador incluso, mirar tu posición desde fuera, ver tu recorrido en la vida, ver de donde partiste y a donde has llegado. Y por supuesto y sin duda, a donde quieres llegar.
Con esta reflexión quiero despedir el 2012, compartiendo con aquellos que leéis mis reflexiones la invitación a superarnos, no solo en el ámbito deportivo, sino en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida.
Podría detallar un artículo extenso con las sensaciones de lucha que viví, pero creo que todos sabemos las que son. Mi yo contra mí. Porque tú también las vives, cada dia, y en ocasiones más intensas.
Tendremos tentaciones difíciles de rechazar. En esos momentos, cuando el abandono nos tienta, busca en tu interior aquello que te mueve a alcanzar tu objetivo. Si estás sólo ,como a mí me pasó, solo esta opción te dará fuerzas para enfrentar el desafío que tienes delante, y por supuesto, ganarlo.
Gracias por acompañar con vuestra lectura mi andar por este año que toca a su fin. Espero encontraros en el 2013, y que sigamos creciendo todos juntos.
FELIZ AÑO NUEVO
Sencillamente IMPRESIONANTE!!!
ResponderEliminarGracias por querer compartir esto con todos los que leemos tu blog.
Beatriz,eres todo un ejemplo.
Tomaré nota de tu actitud y me aplicaré en ello.
Sigue así.
FELIZ AÑO NUEVO.